Hacia la segunda mitad del siglo XV se consolidaba el estado tahuantinsuyano y se configuraba además como un poderoso imperio andino. Eran los tiempos del Tercer Horizonte cultural, la última etapa del desarrollo autónomo de la alta cultura andina.
Las sociedades estatales pre tahuantinsuyanas habían arraigado su tradición milenaria y consolidado una gama diversa de conocimientos que les permitieron cimentar su cultura en los Andes Centrales.
Entre los logros económicos podemos rescatar la capacidad que tuvieron para ampliar su frontera agrícola, perfeccionando las técnicas hidráulicas y adaptándolas a las regiones de costa y sierra, construyendo sistemas de andenería incluso en regiones inaccesibles, construyendo wachaques o chacras hundidas en la costa, cochas en la sierra y waru warus en el altiplano. También se debe mencionar el desarrollo de archipiélagos humanos o colonias ubicadas en los diversos ecosistemas que ofrecen los Andes aplicando el control vertical de los pisos ecológicos. Finalmente, la capacidad organizativa para efectuar diversos trabajos se nota claramente con las actividades laborales sean estas inter – individuales, grupales, festivas y/o de obligación para el estado direccionadas mediante conceptos de reciprocidad simétrica y asimétrica plenamente establecidas y reconocidas, denominadas un siglo después por los cronistas como Ayni, Minka y Mita.
Políticamente, durante estos años se consolidó el Estado que por cierto se presentó en diversas modalidades: teocrático, teocrático militar, imperial, colonizador expansivo, etc. La necesidad de los grandes señores para consolidar su poder frente al pueblo los llevó a desarrollar técnicas de represión y mecanismos de control poblacional que les resultaran cada vez más efectivos ante una creciente población. Ya desde el Intermedio Temprano se estaban edificando redes viales impresionantes en la costa norte y serían la base para que durante el Horizonte Medio se amplíen a dimensiones pan andinas. Asímismo, la administración en la casta gobernante sería cada vez más eficiente debido al desarrollo de formas de control numérico como los quipus y las yupanas. Inclusive el desarrollo de la arquitectura sería útil para el manejo y empleo de la fuerza de trabajo poblacional: los centros ceremoniales irían evolucionando hasta dar paso a enormes llaqtas como máximas exponentes del urbanismo andino.
La sociedad andina también sufrió alteraciones. Los ayllus fueron intensificando sus lazos de parentesco cada vez más, afirmando sus pacarinas como sus fuentes de origen remotos, rompiendo sus tradiciones endogámicas para poder acceder a regiones y espacios que les permitan mantener un equilibrio económico en sus respectivas comunidades. Los grupos sociales se fueron estratificando, anulando los intentos de movilidad social, afirmando a los grupos poblacionales especialistas en determinadas labores (sean estas artísticas, arquitectónicas, agrícolas, comerciales, etc.) y configurándose en un grupo social importante y exclusivo.
En lo concerniente a las actividades artísticas, debemos indicar que estas continuaron sirviendo como medios de difusión de la cosmovisión andina. La arquitectura monumental intensificó el diseño y ejecución de sus estructuras pero mantuvo los parámetros del conjunto respetando la naturaleza de sus dioses y del lugar ocupado. La cerámica consiguió una asombrosa perfección que va desde el empleo de técnicas de cocción y pintura hasta el moldeado y utilitarismo (que podía ser ritual o doméstico). La iconografía plasmada en sus paredes, las formas moldeadas de los cántaros, sirvieron también para llevar consigo el mensaje de los dioses y de los gobernantes a regiones remotas. Hoy estos ceramios son todo un diccionario ilustrado del mundo andino con muchos secretos por revelar. El arte textil también tuvo grandes exponentes; los tejidos muestran no solo la pericia de los maestros artesanos sino también la utilidad que estos presentaban: medios de difusión religiosa y cultural, signo de distinción social, entre otros. En lo que respecta a la metalurgia, se hizo evidente la pericia que alcanzaron nuestros antepasados; emplearon metales como el oro, la plata, el cobre y las diversas aleaciones que de ellas podían conseguir. Los maestros metalisteros fueron muy considerados por la belleza de sus obras y por el conocimiento de técnicas de trabajo en metales como la filigrana, el enchapado, el repujado, el dorado, el martillado, el soldado en frío, la cera perdida y otras tantas que hoy solo nos toca admirar y quedar maravillados por tan avanzados conocimientos.
Como se puede ver, fueron innumerables los logros y aportes de la alta cultura pre tahuantinsuyana al mundo andino y a la posteridad. Le tocará al Tahuantinsuyo adoptar muchos de estos patrones para satisfacer sus necesidades imperiales y darlas a conocer al mundo, de ahí que se hayan generalizado como aportes de la cultura cusqueña a la civilización humana.
¿Por qué los trabajos andinos fueron siempre colectivos y festivos y que cambios y continuidades presentan actualmente con las comunidades andinas y amazónicas?
¿Comparte la tesis del autor sobre las sociedades andinas como grupos estratificados con poca movilidad social y de carácter excluyente?
¿Cómo explica usted el hecho que muchos de los logros andinos pre tahunatinsuyanos se hayan considerado como avances incaicos?